domingo, 26 de octubre de 2014

"Y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden"

Hola, muy buenas. Sí, hace mucho que no escribo, pero ando escasa de ánimos la verdad aunque por supuesto pienso recuperar todas las actualizaciones atrasadas, no dudéis de ello. 

En esta actualización vengo a hablar de algo que me llama la atención y es que no hay una cultura de perdonar. Fomentamos el orgullo como si fuese un sinónimo de amor propio o dignidad, incluso la RAE lo identifica como sinónimo de autoestima (llamémoslo orgullo bueno). Para mi el orgullo (malo) es el ego de la persona, esa soberbia que no tiene ningún tipo de finalidad positiva y que sólo nos hace más arrogantes y si cabe, más odiosos. El orgullo es un arma de doble filo con la que muchos nos cortamos las manos...

Yo veo una diferencia entre personas con amor propio (o orgullo bueno) y personas con orgullo (malo): las personas con amor propio perdonan, las que tienen orgullo no. Y es triste, porque no perdonar nos llena de rencor y malos sentimientos. Yo perdono a las personas (incluso cuando habiéndome ofendido, no me han pedido perdón) porque considero que no me gusta perder el tiempo incubando malos sentimientos cuando puedo estarme perdiendo otros muchos positivos. 

El orgullo es la barrera al cambio, a la expresión de los sentimientos. Es la llave a la involución de la persona, al estancamiento y a la cerrazón. He visto personas cuyo orgullo les ha hecho verse estúpidos; que su orgullo ha tapado sus oídos y les ha impedido ver la realidad o entender la perspectiva de los demás. Quizás en un momento dado, todos somos así; pero de los errores se aprende ¿no? así que espero que a fuerza de equivocarnos lleguemos a la conclusión de la importancia del perdón.

Siempre he estudiado en colegios religiosos. Como es de esperar, íbamos a misa y cantábamos canciones a un tal Dios. Con el paso del tiempo desarrollé indiferencia religiosa plena y absoluta, pues nunca acababa de convencerme del todo esas cosas que me contaban sobre ese ser divino. Pero hay algo que recuerdo que siempre decían y era que Dios siempre perdonaba, porque nos quiere. Yo llegué a la conclusión de que perdonar es bueno. 

He perdonado a muchas personas (quizás porque consideré que me parecían más importantes los buenos momentos, quizás porque ya no me importaba pues el tiempo curó las heridas) y nunca me he arrepentido de haberlo hecho, porque ello significó liberarme del orgullo y dejar paso al amor. En el amor no cabe el orgullo, pues el amor es pleno y absoluto. Es total y en el no debe haber barreras ni miedo. 

Os animo por tanto a que seáis Dios y perdonéis como el lo hace y que seáis una panda de locos del tarot: perdonad, dejar que os lastimen una y otra vez... Que vuestra confianza sea inquebrantable. 


"Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra".


Os dejo como siempre una canción del Chojin titulada "Si mi chica se llamara Shakira", para ver si fomentamos el buen rollito. 



Un saludo y les quiere,

El kibapollito