Hola otro mes más. Hemos tenido
una primavera bastante movidita este año, y a pesar de que normalmente altera
la sangre en lo que al amor, pasión o romances se refiere, este año parece que
ha alterado también la política española. Admito que no me gusta hablar de
estos temas pero supongo que está tan de actualidad que a la larga era
inevitable.
Reconozco que las pasadas
elecciones europeas del 25 de mayo de este año me han sorprendido quizás
gratamente, porque de alguna forma hace real el enfado que se venía viendo por
el aumento de la frecuencia de las manifestaciones (y de las cargas de los
antidisturbios).
Pero me asombra aún más que a
pesar de los sorprendentes y revolucionarios resultados de las mismas, la gente
parece más pesimista que nunca. Nadie parece creer en el “friki” conocido como
Pablo Iglesias, que da bastante que hablar últimamente y parece ser el centro
de numerosas críticas venidas de los partidos que anteriormente solían ostentar
el poder del estado español, semejando más un partido de tenis.
Yo pongo la mano en el fuego por
este rapaz, no porque considere que su programa es mejor o peor (aunque desde
luego es atractivo aunque parece que muy dudoso; y yo, como de esto poco
entiendo tampoco me voy a meter en 21 jardines en esta actualización) pero si
pienso que es una brisa fresca a la política. Quizás me esté dejando llevar por
su juventud, sus ideas y sus expectativas de un futuro mejor para este país (o
por su coleta). Pero sea como sea, es una alternativa diferente a lo que
previamente se ve campando por los altos puestos dirigentes. Parece que tiene
las ideas bastante claras y desde luego no puedo evitar pensar que su astucia
es, cuanto menos, digna de ser tenida en cuenta (y creo que los debates en los
que ha participado en diversos programas de diversas cadenas dan fe de ello).
Pero sí ha sido sorprendente el
llamado al referéndum y, por ende, a la República en contra de la inmediata sucesión del
hijo de Juan Carlos I: Felipe VI. Todos decían que había manifestación e
ilusionados (casi ciegos de euforia) gritan por una oportunidad para decidir el
modelo de estado, llamando a la que sería la III República
española. Pero he de decir en este caso que me mantuve confusa y reflexiva.
Cierto es que tenemos derecho a decidir sobre nuestro país pero quizás este no
sea el momento adecuado y sinceramente, le doy mi voto de confianza a Felipe
VI, pues de alguna forma (como el señor Iglesias citado anteriormente) es como
una brisa fresca para la corona española que bastante manchada y oxidada estaba
ya, pero no por ello se debe olvidar aquellas cosas que esa institución, ahora
castigada, hizo correctamente.
Por ende sólo puedo decir que el
cambio social (para bien o para mal) se produce, y aunque aún estemos en un
marcado momento de incertidumbre política en España sobre lo que queremos o
dejamos de querer, el cambio lleva implícito la esperanza de un nuevo mañana
que llame a la conciencia de las personas en la importancia de ejercer sus
deberes y de reclamar sus derechos.
Aquí me despido y espero vuestra
opinión.
Un saludo,
El Kibapollito