domingo, 28 de octubre de 2012

Por fin: ya no estoy gorda


Últimamente, algunas personas me preguntan: ¿Cómo lo haces? ¿Cómo eres capaz de mantenerte en esa dieta durante tanto tiempo?

“Ha pasado un año y varios días y aquí sigo, luchando contra algo que me persigue desde que tengo consciencia: los kilos”.

Cuando la comida se convierte en el peor enemigo de una persona y algo que era tan sabroso puede a veces convertirse en algo letal te das cuenta de que algo falla. Yo no fui capaz de aceptar esos cambios en mi cuerpo por culpa de una comida sabrosa e insana y decidí cambiar. Aquellos 95 kilos no le sentaban bien a mi cuerpo ni a mi estado de ánimo, era el momento de tomar las riendas.

Y ahí empezó todo: endocrino, dieta estricta, objetivos realistas (decidí ir de 5 en 5 kilos), deporte, una cuenta en un foro donde compartir mi experiencia con otras personas en mi misma situación y al chollo. Al principio es lo peor: decir que no a tantas cosas ricas, babear delante de los platos de tus amigos, intentar no comer las cosas dulces de la nevera (que la familia mucho apoya, pero luego…), envidiar a las personas con un metabolismo diferente (que comen, comen y no engordan)… Pero hay que seguir (el que la sigue, la consigue ¿no?).

Pasaban los meses y la dieta era de tan pocas calorías que en poco más de 2 meses ¡conseguí adelgazar 15 kilos! Era increíble, no daba crédito. El endocrino estaba tan alucinado que mi motivación aumentó hasta niveles estelares. 85 kilos significaban nueva ropa y un pequeño paso hacia una nueva vida. Pasaba el tiempo y mi dieta seguí siendo estricta, no me permití muchos lujos hasta que llegué a ver el 7 en mi báscula. 

A partir de ahí comenzó mi travesía a lo largo de los maravillosos postres con poca grasa y pocas calorías, algo maravilloso (y en el fondo no saben tan mal). Sin darme cuenta había aprendido a comer sano: las cosas a la plancha saben bien, son sanas y tienen poca grasa (¡ñam!) y me sientan mucho mejor que los fritos. Recuerdo la primera vez que comí algo un poco grasoso y fuera de las indicaciones de mi dieta ¡madre mía, me sentó fatal! Mi organismo no estaba acostumbrado a digerir aquella cantidad ingente de grasa, después de comer tan bien y tan sano. Mis rodillas dejaron de dolerme, me sentía más ligera… como si pudiera correr todo el día y toda la noche y saltar sin miedo a dejarme las patas en el intento.

Seguí adelgazando y superando mis metas. Cuando llegué a los 80 kilos fue un momento importante. Había conseguido un objetivo y quería darme un premio: ¡Me corte el pelo! Puede parecer una estupidez pero era algo que echaba de menos y cuando engorde me lo dejé crecer para que mi cara no pareciera muy redonda y gorda. Lloré aquel día: volvía a ser yo con mi pelo corto, mi flequillo y unas ganas renovadas de seguir adelante y de cambiar mi vida hasta extremos de los que yo no era consciente.

Seguía y seguía. La regla me jugaba malas pasadas con los cambios de humor y la ansiedad, pero había estado tantos meses a dieta estricta que comer bien se convirtió en un hábito y dejó de ser un sacrificio para ser VOLUNTAD en estado puro: el “NO PUEDO” se convirtió en “NO QUIERO”. En ese momento algo en mi interior me decía que el éxito estaba asegurado. Todo aquel esfuerzo valdría la pena.

No hay truco, no hay magia, no es un espectáculo de David Copperfield. Esto es una cuestión de esfuerzo, de hábito, de mentalizarse, de aprender a comer sano y también de sacrificio. Pero el que de verdad lo quiere, lo conseguirá pase lo que pase. No te detengas si empezaste el camino, no abandones.

Por desgracia una persona no podrá decir que está a dieta momentáneamente. La dieta es un estilo de vida y de alguna forma lo que más te acompañará será en mantenimiento. Pero ánimo.

Este es el testimonio de una persona que a día de hoy, año y tres meses después de tomar la decisión que cambiaría su vida, ha perdido casi 35 kilos para no volver a recuperarlos jamás.

Ánimo. Se puede.

Un saludo.

El Kibapollito.