sábado, 19 de febrero de 2011

Érase que se era, un tigre disfrazado de oveja...

¡Hola a todos de nuevo!...El cambio, volvemos al tema, como no. He vuelto a coger un libro de la biblioteca de mi facultad: Grupos de encuentro de Carl Rogers. Es un libro pequeño pero de grandes contenidos. Y la palabra cambio estaba siempre presente, como si de una verdad universal se tratara.

Y yo sigo cambiando. Recuerdo cuando era una ovejita; siempre por ahí balando al son de las canciones de mis pastores con el platónico deseo de ser un tigre algún día. Ahora, ese sueño inalcanzable (solo realizable en el mundo de yupi)se está realizando en el mundo real...puedo sentirlo y se que algo se está transformando. Aún no soy un tigre ¿pero quién dice que no lo seré algún día?. Te diré lo que soy ahora mismo: un tigre disfrazado de oveja. Puede sonar extraño, pero es como si me estuviera quitando esa piel que me cubría, y debajo de esa lana se ve ese pelaje hermoso, que representa la furia y la belleza de un hermoso felino.

De todas formas, para expresar mejor todo esto, he recurrido a la narrativa, esta vez, a un cuento: EL CUENTO DE LA OVEJA QUE ERA UN TIGRE

Érase una tigresa que estaba en muy avanzado estado de gestación. Eso no le refrenaba sus impulsos felinos de abalanzarse contra los rebaños de ovejas. Y en una de esas ocasiones alumbró un precioso cachorro y no logró sobrevivir al parto. El cachorro fue recogido por las ovejas. Se hicieron cargo de él, dándole de mamar y cuidándolo con mucho cariño. El felino creció entre las ovejas, aprendió a pastar y a balar. Su balido era un poco diferente y chocante al principio, pero las ovejas se acostumbraron. Aunque era una oveja corporalmente bastante distinta a las otras, su temperamento era como el de las demás y sus compañeras y compañeros estaban muy satisfechos con la oveja-tigre. Y así fue discurriendo el tiempo. La oveja-tigre era mansa y delicada.

Una mañana clara y soleada, la oveja-tigre estaba pastando con gran disfrute. Un tigre se acercó hasta el rebaño y todas las ovejas huyeron, pero la oveja-tigre, extasiada en el alimento, seguía pastando. El tigre la contempló sonriendo. Nunca había visto algo semejante. El tigre se aproximó al cachorro y, cuando éste levantó la cabeza y vio al animal, exhaló un gritó de terror. Comenzó a balar desesperadamente.

- Cálmate, muchachito - le apaciguó el tigre -. No voy a hacerte nada. Al fin y al cabo somos de la misma familia.
- ¿De la misma familia? - replicó sorprendido el cachorro -. Yo no soy de tu familia, ¿qué dices? Soy una oveja.
- Anda, acompáñame - dijo el tigre.
El tigre-oveja le siguió. Llegaron a un lago de aguas tranquilas y despejadas.
- Mírate en las aguas del lago - dijo el tigre al cachorro.
El tigre-oveja se miró en las aguas. Se quedó perplejo al contemplar que no era parecido a sus hermanas las ovejas.
- Mírame a mí. Mírate a ti y mírame a mí. Yo soy un poco más grande, pero ¿no compruebas que somos iguales? Tú no eres una oveja, sino un tigre.
El tigre-oveja se puso a balar.
- No bales - le reprendió el tigre, y a continuación le ordenó -: Ruge.
Pero el tigre-oveja siguió balando y, en días sucesivos, aunque el tigre trató de persuadirle de que no era una oveja, siguió pastando. Pero unas semanas después el tigre le trajo un trozo de carne cruda y le conminó a que lo comiera. En el mismo momento en que el tigre-oveja probó la carne cruda, tuvo conciencia de su verdadera identidad, dejó el rebaño de ovejas, se marchó con el tigre y llevó la vida propia de un felino.




Más vale un día como un tigre, que una vida como una oveja